«UNA HISTORIA A MEDIAS» II PARTE. Cuento.

Buena noticia. Amedina Mejía.

Artículo publicado en el periódico Uninotas de la UCC Medellín. 2008  II PARTE
Por Alvaro Medina Mejía.

Dirigió disimuladamente sus ojos sobre los que estaban a su lado, y rápidamente empezó a analizar sus medias.  El de la izquierda tenía unos calcetines oscuros con un gran letrero verde que decían: “I am a winner”, y más arriba tenía una imagen de un superhéroe extraño parecido a un sayayín.  Ahora, veía al de su derecha, eran unas medias claras de color azul, no le cuadraban con nada, pero combinaban con el color de la carpeta que llevaba, el diseño era extraño, apareciá un huevo pequeño y un huevo grande al lado, acompañados de un texto que decía el mejor huevo.  ¡Qué bien!  Estaba en la mitad de un tipo que se creía Gokú y otro que se hacía llamar el gran huevón.

¡Piensa Juan! era lo que repetía mentalmente, al menos ellos tenían las medias buenas. Tendría que mantener las piernas extendidas para que el pantalón le tapara el roto,  ¡qué problema! ni eso le ayudaba curbrir el gran hueco.

Todos parecían estar mirando su calcetín; era extraño que su mejor pantalón dominguero se había vuelto el peor enemigo.  Cada vez que se movía, subía más y más.

Miraba el reloj y sufría con cada movimiento de la recepcionista.  Empezaba a sudar y sentía que sus poros transpiraban más por el roto de la media. Toda persona que pasaba por su lado es un gran ventarrón que congelaba sus huesos y golpeaba la mente, sufría lentamente y reclamaba a su consciente diciendo: “la última entrevista, la más importante y la tenías que cagar”.  Llevaba lentamente las manos a su cara y suspiraba diciendo: que mal por mí;  y en ese momento recordó las palabras de un amigo:  “Qué bien que pueda entrar a esa empresa, sería un gran logro, usted se merece; eso sí, váyase bien presentado porque ellos son muy exigentes y meticulosos con la presentación personal.”

Sentía que alguien lo miraba, el de su derecha, el “gran huevón” giraba su cabeza y se reía con cierta ironía mientras miraba el calcetín roto, luego que la bota del pantalón se había subido.  Y Juan le dijo:

–    Son las nuevas tendencias.  ¿Sabía usted que el calcetín de muñequitos era una blanda zapatilla de cuero utilizada en Roma por las mujeres y los hombres afeminadossssss? Por eso yo rompo mis medias, para verme fuerte y definido.  Eso me ha funcionado siempre, gracias a eso logro lo que quiero.

Ante esto, él respondió: no me importa, al fin y al cabo rotas.

Juan miró lentamente a su lado izquierdo cuando este personaje añadió: “No se preocupe, yo también tengo un roto en la media”.  Juan sonrió y respondió con un gesto de gratitud.  Y entonces éste agregó: “Sólo que el roto no se ve, porque está en la punta del calcetín” y soltó una carcajada.

Estaba perdido, este no era su día.  Pasaron diez minutos más que parecieron diez horas; tuvo el tiempo suficiente para analizar a cada una de las personas que mostraban sus calcetines, sus calzas, sus medias; personas que tenían en estas prendas interiores la imagen y el reflejo de su personalidad.  Medias con cuadros para los más clásicos, medias oscuras y brillantes para los más conservadores, medias blancas tipo colegio para los esquemáticos y poco atrevidos, medias con estampados coloridos para los que no quieren pasar desapercibidos, medias tobilleras para los que viven en los ochentas, medias deportivas para los más activos, medias con mensajes en inglés para los Yupies y medias rotas para los desafortunados que podían perder la oportunidad de su vida.

Señores, agregó la recepcionista: “Lo siento mucho, la doctora no puede atenderlos hoy, se le ha presentado una situación personal.  La entrevista con la sicóloga se hará mañana a la misma hora, gracias”.

¡Aleluya!

Otra oportunidad  pensó Juan.  Primera escala, el computador de la casa e Internet; medias es  la palabra para la búsqueda, el libro “Las cosas nuestras de cada día” de Charles Panati (1) es el resultado; un compendio de información histórica y datos curiosos como la diferenciación entre calza y media: “Calza desemboca en calzón y media en media calza, la parte censurable del cuerpo se cubre con calzón y las piernas con las medias. Y esto continúa hasta ahora, incluso en la indumentaria de Superman y Batman.  Es interesante ver que este esquema, calzón y media, es el mismo de la edad media, sólo que reducido de tamaño….  Existen medias y calzas famosas como las de Abad de Ingon, en Tauris, y las medias de tela verde de Palermo en el museo de Cluny.”  El paso siguiente, un almacén; estas son las medias, mañana me sentaré en el medio de los dos, luciré muy bien, y les mostraré mis medias con el texto en la parte superior que dice: “El trabajo es mío, soy un don Juan.”

(1)  Tomado el día 29 de Abril de 2007, de la página web de Can Fusté http://www.tinet.org/~vne/principal.htm, , sitio en donde se retoma un fragmento tomado del libro de Charles Panati, «Las cosas nuestras de cada día» de Charles Panati  http://www.tinet.org/~vne/dormitorio%2003.htm

“UNA HISTORIA A MEDIAS” I PARTE. Cuento.

Foto: www.gustoclasico.com

Artículo publicado en el periódico Uninotas de la UCC Medellín. 2008
Por Alvaro Medina Mejía

¡Mierda! me cogió el día, dijo Juan.

El tiempo suele ser implacable con aquellos que planearon el día siguiente desde la noche anterior, manipulador ante la cercanía del momento y cruel  ante la espera que marca los minutos con el click de las manecillas del reloj.  No volvería a aplicar la teoría de los cinco minutos, tantas entrevistas y pruebas psicotécnicas habían producido en él un estado de tensión capaz de manipular la conciencia y los sueños.

Hoy salió de prisa, el reloj se adelantó al momento del despertar; la cita estaba cada vez  más cerca, el estrés producía la adrenalina de la ansiedad, pero la suerte acompañaba su destino que se la había jugado para tener el trabajo que se merecía, el puesto que luchó prueba tras prueba para llegar hasta la gran final.

Allá iba Juan, el cabello lucía bien, las manos cumplían con las máximas normas de higiene, los dientes estaban limpios y su aliento estaba bien. Los zapatos lucían como nuevos,  tenía puesta la camisa de la suerte y el mejor pantalón dominguero del interior del closet.   Olía bien y se sentía cómodo, no le faltaba nada.  Estaba listo para entrar.

El sonido agudo de la puerta irrumpió el ritmo de la música de hall, que acompañaba la actitud pasiva del ambiente. Con paso firme y sereno se dirigió a la recepción y saludó: ¡Buenos días! Se escuchó una suave respuesta que acompañaba el lento movimiento de los ojos que lo miraron al entrar.

–    ¿En qué le puedo colaborar?, dijo la recepcionista.

Mi nombre es Juan Medina y tengo una entrevista a las nueve con la doctora Julia Foot.

–     Tomen asiento por favor, en un momento los llaman, respondió.

En el asiento de la mitad, en la banca roja del pasillo, entre dos personajes que miraban sus portafolios, se sentó.  Pasaron diez minutos de cambio de posición y pierna cruzada, una lucha de posturas y conversaciones mudas que analizaban al oponente;  una situación tan extraña como el hilo que lo hizo mirar la bota del pantalón; lentamente bajó para agarrarlo y rápidamente subió para halar el pantalón que cubría sus medias y se superponía a los zapatos.  ¡Qué desgracia la mía! pensó Juan;  tantos calcetines que tengo y precisamente tenían que ser los rotos los que me puse hoy.

¡Claro! ya recuerdo, mi hermana me dijo que el perro jugaba la noche anterior con unas medias, precisamente estas, las que encontré junto a mi cama y que por el afán tomé para ponérmelas.  Eran las medias preferidas, cómodas, con un diseño clásico y limpio, combinaban con su pantalón y las había visto colgadas junto a la ropa limpia;  era  solo un pequeño roto que ahora se había convertido en un gran hueco que se asomaba bajo mi pantalón.

Continúa….