La razón inodora. 1a. parte

Cuento. Primera parte.
Escrito por: Alvaro Medina M.

¿Qué se esconde tras un inodoro? ¿Qué historias se encierran junto a él? Pues bien, esa es la razón inodora, un cuento sobre un trono inmaculado y baldosines de colores.

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Ahora estabas frente a mí. Lo divertido de la fatalidad te traía de nuevo a mi mente para jugar conmigo.

– Tírame la pelota, no me mires así, le decía.

La mirada fija en ella buscaba las palabras que ninguno pronunció. Mi escasa edad y mi corto vocabulario no entendieron su silencio.

– ¿Te estas riendo o estás brava conmigo? agregué. Solo quiero jugar, ¡háblame! Recuerdo que no comprendí su lenguaje corporal, aunque su sonrisa me indicaba siempre, no puedo jugar contigo.

Miré la puerta abierta y le  dije: No me voy a ir, me quedaré un ratito más. Cuando esté desprevenido me lanzarás de nuevo la pelota roja y jugaremos, pensé.

Pasarían cinco de las canciones que colocó la abuela antes de entrar al baño. Ahora bien, sólo sabía contar hasta cinco, de seguro fueron mas.

Ahhhh,  ¡Ya sé! Quieres que te deje a solas, recuerdo lo de tus llamados “diálogos de inodoro”.  Lo entendí en ese momento. Cuando era niño mi abuela me llevaba tras la nevera para sentarme en una pequeña vasenilla azul de los Picapiedra. Me sentía incómodo, no soportaba las burlas de mi primo quién miraba de reojo y soltaba una carcajada que hacía eco en la pena, señalaba mi trasero y posaba su mano tapando su nariz.  No veía la hora de tener la cantidad de años y la altura suficiente para poder alcanzar el inodoro;  veía a este, como el trono al que solo los grandes tenían acceso, hasta mi primo Bryan, quien no alcanzaba el suelo cuando se sentaba a la mesa, podía hacer uso de él.

Recuerdo que una vez, vi a mi abuela entrar al baño apresuradamente, tras haber conversado con una señora a la que llamaba hija, y con la que discutía mencionando continuamente mi nombre.

Ella sostenía que el inodoro era un ser animado el cual cobraba vida al cerrar la puerta. Y eso, era precisamente, lo que se me hacía extraño, la puerta estaba entreabierta y ella lo abrazaba incómodamente con su brazo izquierdo posando su mano sobre el extremo del mismo.  Creo que esta vez la conversación se había tornado difícil, esa llamada le había causado problemas con el señor inodoro.  Supongo que tras la discusión, éste le había abierto la puerta para que saliera de ahí, la había expulsado y ella se negaba a salir; sin embargo, a causa de haber sido descubiertos, se habían quedado callados…

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